HECHO ARTÍSTICO POR SATURACIÓN
La obra Ocupación de Charo Amigo bajo el prisma de Fran Bitar.
Del color no se puede decir casi nada. ¿Cómo definirlo?. Una tijera, digamos, es un objeto que corta, pero el rojo, ¿qué es?. De solo intentar ponerlo en el lenguaje, es decir, ligarlo a otras palabras, comprobamos que es imposible dar un segundo paso por fuera de su más lisa y llana nominalidad: a diferencia de otros nombres, se resiste a la formulación lógica por la cual una cosa necesita de otra para adquirir un significado. El rojo, para poner un ejemplo flagrante, es el rojo y nada más, desde que, si quisiéramos expandirlo, nos desviaríamos de su condición. El color, se diría, es el nombre sin atributos, una de esas cosas para las que el lenguaje no alcanza. El color es lo visual por excelencia.
La cajas de colores de Charo Amigo parecen evidenciar esta limitación, y la manera que la artista encuentra para hacerlo no consiste en dar vuelta sin más la tortilla sino en materializar la imposibilidad. Es decir: no es que el color pasa al lugar del adjetivo, donde por lo general lo encontramos (la tijera es roja), sino que forma con el objeto un continuo material: el rojo-tijera. Con ella, el sintagma, la operación de ligadura, se vuelve de pronto accesible y el color estalla en posibilidades, o al menos en las posibilidades de que dispone la caja, que es el espacio de su sintaxis proliferante: rojo-moñito, rojo-muñequito, rojo-saca puntas, rojo-colita para el pelo, y un infinito etcétera que da la impresión de incluir al color en su totalidad.
Mientras estuvo en la Siberia, condenado por vago, Joseph Brodsky fue testigo de cómo reprendían a otro preso por no cargar tantas vigas como hubiera podido. Ese preso, como respuesta, cargó una y otra viga durante dos días seguidos ante la mirada incrédula de sus compañeros que se iban de a uno a dormir y de los guardias, que cambiaban de turno. Así, por saturación, se había producido el hecho artístico, en un lugar completamente blanco. En lugares como aquel, los esquimales desarrollaron, según dicen, 52 palabras diferentes para designar a la nieve.

Francisco Bitar (Santa Fe, 1981). Narrador, poeta y ensayista. Publicó los libros de poemas Negativos (2007), El Olimpo (2009), Ropa vieja: la muerte de una estrella (2011) y The Volturno Poems (2015); y los libros de cuentos Luces de Navidad (premio Alcides Greca, 2014) y Acá había un río (2015). Con la crónica Historia oral de la cerveza (2015) se inició la publicación de la trilogía oral El habla de la tribu, que continuó en 2017 con Mi nombre es Julio Emanuel Pasculli. En el año 2012 obtuvo el premio Ciudad de Rosario por la novela corta Tambor de arranque y en 2017 el segundo premio del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos Teoría y práctica.
Fotografía: Sebastián Pachoud.